domingo, 19 de enero de 2014

Probióticos, fuente de salud






Al empezar la dieta sin lácteos, se suele rechazar tomar cualquier alimento que en su raíz etimológica contenga el lexema [Lact], mitad por desconocimiento de los alimentos que se pueden tomar sin riesgo para la salud, y de la otra parte porque se asocia erróneamente como algo derivado de la leche o que lo contiene en sí.

Pongamos un ejemplo: tanto en lo yogures lácteos como en los yogures vegetales, a menudo leemos en su etiquetaje “contiene fermentos lácteos” o “Lactobacillus”, y se disparan todas nuestras alarmas.

Que no cunda el pánico, podemos tomarlos con toda tranquilidad y seguridad, es más, ese producto es especialmente recomendable en nuestro caso, y pasamos a explicar porqué.

Las personas que sufren de intolerancias o alergias alimentarias, a menudo experimentan molestias digestivas que pueden abarcar desde reflujo, acidez, pesadez, hinchazón abdominal, a sintomatologías más severas como diarrea, cólicos y vómitos.

Cuando aparecen los cólicos y las diarreas severas, se hace especialmente necesario moderar la dieta hasta que desaparezcan dichos síntomas, y a su vez, combinarla con suplementos probióticos.

Pero ¿qué son los probióticos?

Las bacterias no sólo están presentes en el mundo que nos rodea, si no que forman parte de vegetales y animales, hasta el punto que el intestino humano está poblado de millones de ellas.

No hay que pensar que toda bacteria es patogénica en sí, más bien al contrario: cada bacteria cumple con un objetivo, aunque el ser humano se ha beneficiado especialmente de aquéllas que descomponen los alimentos en nutrientes saludables. Llevan millones de años cumpliendo con su cometido, y por ello se conoce de sus “beneficios” por distintas culturas.

Las bacterias, levaduras y mohos presentes en los alimentos son las responsables de la fermentación de los azúcares que los componen, transformándolos en nutrientes fácilmente digeribles y con valor nutricional, así los mongoles descubrieron que la leche a menudo se “fermentaba” confiriéndola un aspecto cuajado y burbujeante pero dotándola de un sabor especialmente agradable al paladar: la llamaron Kéfir.

Los pueblos de la Europa del este como Alemania, Alsacia y Polonia, descubrieron que si dejaban hojas de col en salmuera (remojadas en agua con sal) obtenían un alimento agradable al sabor y además altamente nutritivo: el chucrut.

Louis Pasteur demostró en  1857 que determinados microorganismos eran los responsables de dicha fermentación, y consiguió aislarlos de un cultivo de leche fermentada, llamándolos bacterias acidolácticas (LAB de sus siglas en inglés), para que más tarde Josep Lister aislara la primer acepa de probióticos conocida, la Bacterium Lactis.
Si bien ambas bacterias se extrajeron de fermentos lácteos, cabe mencionar que éstas bacterias en realidad proliferan en medios ricos en carbohidratos, almidones y azúcares, y por tanto no provienen de la leche en sí misma (véase el apartado Consejos dietéticos; "Como eliminar los lácteos de la dieta",  ácido láctico).


En los últimos 150 años se han sucedido numerosas investigaciones exitosas en el campo del estudio de las bacterias, tanto de aquellas benignas como nocivas para nuestra salud, de modo que hoy podemos afirmar que las bacterias proliferan por millones en nuestro tracto digestivo -en los intestinos de cada persona viven unos 100 billones de bacterias de centenares de especies diferentes-, ayudándonos a : mejorar nuestras digestiones y tomar de los alimentos las vitaminas, minerales y nutrientes que ayudan al correcto desarrollo y función de los órganos de nuestro cuerpo, a protegernos de la agresión de patógenos externos nocivos, eliminar toxinas o reforzar nuestro sistema inmunitario.
A cambio, nuestros intestinos les confieren un hábitat y alimento constante.


Las bacterias probióticas [de la etimologia griega “pro bios”, que significa “para la vida”]. más conocidas son las que encontramos en los productos fermentados como el yogur obtenido de la leche, los Lactobacillus, pero las hay de muchos tipos, como Lactobacillus casei, Lactobacillus bulgaricus, Bifidobacterium bifidum y Streptococcus thermophilus.

A éste hábitat de colonias bacterianas lo llamamos Flora Intestinal, y ésta es especialmente sensible, no sólo a patógenos que intentan penetrar en nuestro organismo desde el exterior, si no también y como recientemente se ha descubierto, a nuestros cambios de humor, de modo que el estrés puede tener consecuencias catastróficas en nuestros intestinos.
Nnuestro cuerpo está dotado de un sistema nervioso central (cerebro y espina dorsal) y un sistema nervioso entérico que es el sistema nervioso intrínseco del tracto digestivo, ambos están interconectados, de modo que a menudo aquello que nos preocupa, no sólo se reflejará en nuestro humor, si no que nuestro cerebro segregará sustancias que afectarán tanto a nuestro estado psíquico como físico: investigadores de la UCLA (Universidad de California de Los Ángeles) afirman en recientes estudios que "
[...] el cerebro manda señales a su intestino, que es la razón por la que el estrés y otras emociones pueden contribuir con los síntomas gastrointestinales. Este estudio demuestra lo que se sospechaba pero que hasta ahora no había sido probado únicamente en estudios en animales: que las señales también viajan en sentido contrario.”

Ante situaciones estresantes o irritantes, el cerebro envía señales de alarma que activan nuestros intestinos, por ello el estrés puede conducirnos a malas digestiones, que a su vez pueden provocarnos cólicos (diarreas) y en consecuencia a estados carenciales,  que a su vez refuerza nuestro mal humor, nuestra ansiedad, estrés…y vuelta a empezar.

El SII (Síndrome del Intesinto Irritable) es una enfermedad inflamatoria intestinal que sufren algunas personas como consecuencia de una extrema sensibilidad de los intestinos ante situaciones estresantes, pero hay otras muchas patologías que “dañan” nuestros intestinos, como es el caso de las alergias o intolerancias alimenticias, en las que nuestras defensas atacan proteínas creyéndolas una amenaza para nuestro organismo: es el caso de las personas celíacas o con enteropatía al gluten, cuya la flora intestinal se atrofia al atacar la proteína gliadina, en el caso de la intolerancia a la lactosa, la flora intestinal es incapaz de absorber la lactosa debido a un déficit de la enzima lactasa, en el caso de la espondilitis anquilosante, la flora bacteriana ataca por error la bacteria klebsiella pneumoniae  (una bacteria que se nutre del almidón y los polisacários) poniendo en pie de guerra nuestro sistema inmunológico para tratar de eliminarla, activando los eosinófilos que a su vez provocan la inflamación de articulaciones y tendones….

Con éstos procesos, la flora intestinal se daña gravamente, pero por suerte no de una forma irreversible, pues gracias a los probióticos podemos ayudar a repoblarla, en suma a una correcta alimentación.

Por ello, es bueno o bien disponer de suplementos probióticos o bien saber qué alimentos los contienen de forma natural: el chocolate amargo (cuanto más puro mejor, y por tanto con poco azúcar), el chucrut, el kéfir, el miso, tempeh, las aceitunas y pepinillos en salmuera o los yogures vegetales fermentados, son fuente de probióticos naturales, especialmente indicados en nuestro caso (personas con alergias/intolerancias) por lo cual merece la pena tenerlos a mano no sólo en nuestro día a día, si no también por ejemplo en nuestro botiquín de viaje .

Por ello, os recomendamos los siguientes probióticos que no contienen ni gluten ni derivados lácteos.

- Lactoflora
Formulado sin alérgenos: apto para celíacos, diabéticos e intolerantes a la lactosa, sin proteína de la leche, sin soja, sin frutos secos y sin cacahuetes.
Muy recomendable en casos de colitis diarréica, contiene probióticos, prebióticos y vitaminas, además de fórmulas específicas para lactantes o adultos.

Contiene :

  • 37.500 millones Bifidobacterium lactis Bl-04®*
  • 10.000 millones Lactobacillus acidophilus La-14 ®*
  • 2.000 millones Lactobacillus plantarum Lp-115®*
  • 500 millones Lactobacillus paracasei Lpc-37®*

http://www.lactoflora.es/adultos/que_es.html

- Acidophilus +40 Advance de Solgar (especial para adultos)

Cápsulas vegetales, no contienen gluten, almidón, trigo, ni derivados lácteos.
Formulación especial para estados carenciales en adultos de más de 40 años.

Contiene las siguientes cepas :






300 millones de microorganismos
300 millones de microorganismos
300 millones de microorganismos
300 millones de microorganismos
300 millones de microorganismos



domingo, 12 de enero de 2014

Síndrome del Intestino Irritable, el mal de los tiempos modernos.




Muchas personas sufren de “IBS” (Intstinal Bowel Syndrome) o lo que es lo mismo “SII” (Síndrome del Intestino Irritable).

Los llamados "males de nuestro tiempo" como el estrés, la ansiedad, la depresión, alergias o intolerancias a algunos alimentos o pautas de alimentación incorrectas, pueden ser el detonante de un “brote”.

Aunque no es una enfermedad en sí, sí supone un impedimento en las tareas diarias de quienes lo sufren por lo molesto de sus síntomas. Éstos abarcan desde el tenesmo que significa la necesidad urgente de evacuación, a los cólicos intestinales con presencia de espasmos, la diarrea o la constipación (estreñimiento) durante días  o incluso períodos de alternancia de ambas , la distensión abdominal, el meteorismo, los borgorismos o ruidos intestinales aumentados, la sensación de plenitud postprandial (después de las comidas), malas digestiones e incluso malabsorción intestinal (problemas con la absorción de los alimentos).  

Todo ello afecta a la calidad de vida de quienes lo sufren, incomodándoles no sólo en su vida privada en lo psicológico y personal, si no también afectando a sus relaciones sociales en el ámbito público, como es en el trabajo o en espacios públicos o las salidas con amigos y familiares, pues a menudo salir de casa supone un hándicap por temor a sufrir un cólico y no disponer de un servicio cerca o atención médica urgente.

En realidad el Síndrome de Intestino Irritable no deja de ser una especie de “cajón de sastre” para la medicina, pues cuando no se hallan causas médicas que descarten o confirmen otro diagnóstico como pueda ser una colitis ulcerosa o síndrome de Crohn o una alergia/intolerancia alimentaria (entre otras enfermedades), simplemente queda por considerarlo como una patología en sí misma. Según varios estudios médicos, se ha establecido un patrón común entre los pacientes de SII: el perfil común es que a menudo son personas nerviosas, con un gran sentido de la responsabilidad y la autoexigencia, por lo que son perfeccionistas, metódicos, están sometidas a tensiones emocionales o estrés y a menudo se muestran insatisfechas con sus logros. 

La verdad es que parece bastante simplista y generalista considerar que toda persona con un nivel de autoexigencia alto o un trabajo estresante o sometida a tensiones emocionales como pueda ser vivir en un ambiente familiar asfixiante, tenga por definición que sufrir SII, pues todos conocemos casos en los que no sucede a pesar de reunir casi todos los requisitos.
Cabe pensar entonces que el SII no es más que una etiqueta para lo que aún se desconoce en términos médicos, sea porque no se han realizado suficientes pruebas (TAC, enemas opacos, tránsitos esofágico-gastro-intestinal, resonancias magnéticas, endoscopias…) o porque no hay un diagnóstico claro.


Lo que sí es cierto en cualquier caso es que el SII, aunque no sea considerado una enfermedad, puede acarrear problemas de salud en el paciente.  Son habituales la presencia de mal absorción de los ácidos grasos, pérdida de minerales como el hierro que puede provocar anemia ferropénica, avitaminosis (falta de vitaminas en especial del tipo B, K, D) , pérdida de peso, debilidad muscular, cambios de humor, fatiga e insomnio.

Por ello se hace necesario tomar medidas preventivas en cuanto a nuestro estilo de vida, tanto a nivel físico (realizar algún ejercicio para canalizar la tensión) y a nivel dietético, es decir, combinando bien los alimentos y cocinándolos de la manera más digerible posible.

Los nutricionistas y digestólogos recomiendan anotar cada día en un dietario los alimentos que se consumen sea pescado, carne roja o blanca, verduras, hortalizas, frutas, frutos secos, así como su composición, cómo se consumen (si se han cocinado hervidos, o guisados, al horno, al vapor o fritos, muy condimentados o poco condimentados, con salsa o sin), para luego detectar qué alimentos pueden ser la causa de un brote o de nuestro malestar digestivo.

Si por ejemplo sospechamos que los derivados lácteos nos sientan mal, excluiremos por dos semanas absolutamente todos los alimentos que los contengan, y cabe recordar que no solamente incluyen la mantequilla, la margarina, los yogures, los quesos y la leche, si no también aquéllos alimentos que puede contenerlos en su composición, como son bollería, panes, empanadas, tortas, croquetas, rebozados, harinas industriales, embutidos, salsas preparadas, alimentos precocinados, alimentos envasados… 

Nos sorprenderíamos los “añadidos” que un alimento puede contener aunque aparentemente no nos haga sospechar de su presencia, como por ejemplo la lactosa o la proteína de la leche, que podemos encontrar en embutidos y encurtidos (jamón dulce, serrano, chorizo, morcilla, bacon, salami, longaniza, sobrasada), en el pan de molde, margarinas vegetales (y que por tanto, no lo son al 100%), bebidas como batidos de frutas, aceitunas en conserva, mejillones enlatados en escabeche, harinas para rebozar…

De ésta forma, si al digerir un alimento notamos problemas digestivos como hinchazón, diarrea, vómito, dolor abdominal, gases, reflujo o acidez, cabrá sospechar que dicho alimento es la causa, aunque el dietario nos ayudará a establecer esquemas de relación-causa con ése alimento si se ha ingerido en otras ocasiones y hemos sentido ésos mismos síntomas.

Pero cabe ser minucioso y tener en cuenta que los síntomas no tienen porqué ser siempre inmediatos, pues los alimentos deben ser digeridos, y dicho proceso puede llevar de 3h a 6h horas dependiendo de la persona, además, cuando un alimento nos causa reacción alérgica, ésta suele aparecer apenas unos minutos tras entrar en contacto con el alimento hasta un período retardado de entre 30 o 40 minutos. En el caso de las intolerancias, los síntomas aparecen al iniciarse la digestión  de modo que son más retardados, entre 3h y 6horas después de haber ingerido el alimento. Y para complicarlo aún más, en el caso de las alergias no mediadas, los síntomas pueden aparecer incluso al día siguiente de haber ingerido el alimento causante.

Para algunos pacientes de SII, los alimentos que a menudo provocan síntomas o brotes son : alimentos procesados con trigo o avena, alimentos muy grasos o picantes o especiados, los cítricos, alimentos flatulentos como repollo, coles de bruselas, coliflor, brócoli, cebolla y puerros, leguminosas como soja, guisantes, garbanzos, lentejas, alubias y cacahuete, quesos secos y derivados lácteos grasos, algunos frutos secos como nueces, las frutas dulces como uvas pasas, ciruelas y orejones, embutidos y encurtidos muy grasos, salsas picantes como chile o tabasco, y bebidas que contengan cafeína como el café, la cola, el té por contener teína, así como las bebidas gaseosas.

A menudo, si el intestino está irritado, reaccionará exageradamente a la hora de digerir alimentos que supongan un gasto adicional de energía, por ello y durante la fase de brote, es preferible comer alimentos de fácil digestión: arroz o patata o zanahoria muy cocido, con poca sal y aceite, pavo cocido, manzanas y peras asadas o cocidas, pescado blanco al vapor o cocido, tortillas sin aceite o únicamente de clara de huevo, yogures descremados, pasta blanca, carnes sin grasa como filete de ternera o magro de cerdo, pan blanco tostado, membrillo, y evitar la fibra por unos días, sobretodo en caso de sufrir diarrea (cereales integrales, legumbres, verduras).

A medida que nos recuperemos, podremos ir incorporando otros alimentos con medida y preferiblemente a la plancha, brasa, vapor, hervidos o en papillote, sin salsas ni picantes. Otra opción a tener en cuenta es incorporar probióticos para intentar ayudar a nuestra flora intestinal a recuperarse mejor y más rápido. En el mercado hay varias marcas sin gluten, sin lácteos, ni almidones, ni azúcar, ni frutos secos, ni huevo: informaros bien en dietéticas o con vuestro farmacéutico.

Cuando estemos plenamente recuperados, es un buen momento para empezar el dietario de alimentos y analizar cuáles son los que pueden desencadenarnos un brote,  y a medida que nuestro aparato digestivo gane en tolerancia, podemos probar a comer alimentos que solían causarnos malestar, pero introduciéndolos en nuestra dieta de uno en uno cada semana, primero durante un día, luego un par, y observando qué tal nos sientam, como por ejemplo las legumbres: mejor muy cocidas y en forma de puré o “hummus”, sea triturándolas con el tenedor o con el pasapurés, pues de éste modo eliminamos el exceso de almidón que contienen y que pueden provocarnos gases e irritación intestinal.
También es aconsejable hacerlo con el resto de feculosas como patata, moniatos y zanahorias.

Con los repollos y cebollas, mejor comer poca cantidad y también muy cocido. Se pueden igualmente triturar y mezclar con otro alimento para augmentar su tolerancia, pero mejor que no sean ni lácteos ni fruta de ningún tipo (ni ácidas, ni semiácidas ni dulces o frutos secos.)

Combinar bien los alimentos a la hora de comer (no mezclar almidones con frutas ácidas, proteínas distintas como carne y pescado en una misma comida, grasas con azúcar, frutas dulces con ácidas o feculosas con cereales), respetar el tiempo de la digestión (de 3h a 4horas antes de ingerir otro alimento), no comer con prisas, no tomar líquido durante las comidas (interfiere en la segregación de jugos gástricos), evitar las bebidas azucaradas y carbonatadas o las grasas saturadas, son pequeñas pautas pero muy útiles para tratar de facilitarnos al máximo la digestión y evitarnos acumular gases y toxinas que puedan irritar nuestros intestinos, y por tanto, desencadenar un brote.

viernes, 10 de enero de 2014

Sabías que "El 40% de los familiares de celíacos, también lo son".



Fuente de información : http://www.celiacos.com/estudios-y-diagnosticos/el-40-de-los-familiares-de-celiacos-tambien-lo-son/

10/01/2014

El 40% de los familiares de celíacos también lo son.


celiacos 


Se ha descubierto que en el 40% de los casos los familiares directos de personas celíacas pueden experimentar los mismos síntomas aun cuando sus análisis den negativos a la hora de detectar la presencia de la enfermedad, por lo que hay que estar atentos a estos síntomas para poder actuar en consecuencia, ya que frecuentemente mejoran al  eliminar el gluten de su dieta diaria, como ocurre en cualquier caso de celiaquía.
Esto ha sido comprobado gracias a una investigación desarrollada en conjunto por el servicio de Pediatría y Anatomía Patológica del Hospital de León, junto con el departamento de Microbiología y con el Instituto de Biomedicina (Ibiomed), de la Universidad de León.
Durante la investigación los expertos se centraron en estudiar a este grupo determinado de personas, principalmente padres de niños que han sido diagnosticados con celiaquía y se pudo comprobar que aun cuando no tengan los síntomas en su totalidad, o los mismos sean leves, pueden presentar signos concretos de la enfermedad, tales como digestiones pesadas producto del inicio en el proceso de la atrofia de las vellosidades presentes en el intestinodelgado, inclusive cuando los análisis digan lo contrario.
Durante el estudio se analizaron las muestras de  67 pacientes, todos ellos parientes de personas declaradas como celíacas, a los que se les ofreció la realización de un estudio genético además de una biopsia duodenal, independientemente de que manifestaran síntomas o que sus análisis serológicos dieran negativo o positivo, lo que se pudo comprobar de forma determinante fue que más del 40% de los participantes eran celíacos sin saberlo.
En todos los casos la solución es exactamente la misma, los familiares de personas celíacas que comienzan a demostrar estos síntomas deben eliminar el gluten de sus dietas, aprendiendo nuevas formas de comer y automáticamente mejorarán su calidad de vida.

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